lunes, 24 de julio de 2017

La danza de las culturas

Cuenta la leyenda que la Conciencia creadora de la Madre Tierra plantó las semillas de las diversas culturas, otorgándolas a cada una un don creativo y un lugar en el territorio de la conciencia, que delimitó por un cercado de ignorancia, necesario para que pudiesen hacer su trabajo sin interferirse, unas con otras. También les colocó obstáculos en sus caminos respectivos, como crecimiento espiritual.
 
A un pueblo le dio el don del amor a la naturaleza. Se sentiría tan unido a ella que nunca edificaría ciudades, sus construcciones serían tales que cuando las abandonasen, al poco tiempo, nadie podría decir que allí había habido un poblado. Sería uno con la naturaleza. Nunca se les ocurrirá vender sus tierras, que considerarían tan solo un préstamo. El obstáculo, la prueba, que deberían vivir consistiría en que algún día serían expulsados de esas tierras que tanto habían cuidado. Su corazón se rompería.
 
A otro le dio el conocimiento de la naturaleza interior. Sentirían la presencia del Ser en su centro, nada exterior podría ocultar su Sol interior. La nada se convertiría en fuente inagotable de creación, estuviesen donde estuviesen. Su obstáculo consistiría en que nada más unos pocos podrían alcanzar ese estado; serían como el pianista en la orquesta, que toca siempre solo. Los otros vivirían divididos, habría castas, aunque sorprendentemente sus maestros sintiesen la unidad en su interior. Su corazón se rompería.
 
A un tercero le despertó el amor por la materia. Hasta tal punto se uniría a ella que se confundiría con la misma, creyendo que un ser humano es sólo algo material. Llegaría a dominarla de tal manera, que conquistaría a los demás pueblos con sus inventos, olvidando que los otros eran creativos en la parte que les había tocado. Su prueba también sería dura, sus habitantes se olvidarían de su verdadera esencia espiritual, aunque paradójicamente, construirían los mayores templos.
 
Pero la Conciencia les tenía preparada una gran sorpresa... Había compuesto la "Danza de las Culturas", para que entre todos los pueblos de la Tierra la bailasen al unísono, tocando cada uno su instrumento propio - el don recibido -. Cuando todos estuviesen preparados, la mágica música recompondría sus corazones, y las barreras de la ignorancia desaparecerían, permitiendo florecer - reconocer - la labor única de cada cultura.
 
Cuenta que, ahora, están ensayando, y como cada instrumento va por su lado, suena muy desafinado. Están esperando a su director, que no es más que sus corazones unidos.
 
 
23 maestros de corazón, Carlos González Pérez

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