sábado, 9 de septiembre de 2017

¿Buscamos o perseguimos la felicidad?

Si persigues algo, es más difícil alcanzarlo, porque en la persecución hay tensión y sensación de peligro; y a veces, si persigues algo es porque huye de ti. Mientras que la bondad y la humildad generan confianza y atraen las cosas hacia ti, por eso la felicidad es como el agua. (...)
 
Las oportunidades y la felicidad son como este cubo de agua. Quiero que ahora te sitúes frente al cubo, e imagines que ese agua es tu oportunidad. Ahí está tu felicidad y quiero que trates de cogerla.
 
Alex fijó la mirada sobre el agua del cubo, casi con cara amenazante. Y de repente, como un rayo, lanzó sus manos sobre el agua, cerrándolas con rapidez con fuerza como si estuviese intentando capturar un pez. Sacó las manos del agua a la misma velocidad con que las había metido. Ya erguido, se quedó mirándose fijamente las manos en tensión mientras goteaban, y seguían en tensión.
 
La ansiedad no te dará más felicidad. Sí lo hará la bondad. La felicidad es como esa agua, si tratas de cogerla con fuerza se te escapará entre los dedos. Pero si utilizas las manos y colocas las palmas sobre el agua, con bondad y humildad, en vez de con fuerza, al igual que la felicidad, rebosará en tus manos. Son los actos bondadosos los que nos conectan con los demás. La fuerza del egoísmo es lo que nos separa.
 
La humildad tiene un poder mucho mayor del que imaginas, al igual que el poderoso mar, que, en el fondo, ocupa el más humilde lugar. Los ríos pueden ser grandiosos, preciosos y arrogantes, pero el inevitable destino final de todos ellos es siempre el mar, porque, con humildad, permanece por debajo de ellos.
 
Un lugar llamado destino, Javier Iriondo

sábado, 2 de septiembre de 2017

Preciosa oración

Si me das fortuna, no me quites la razón. Si me das el éxito, no me quites la humildad. Si me das humildad no me quites la dignidad.
 
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso, más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
 
Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza. Enséñame a querer a la gente como a mí mismo.
 
Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.
 
Señor, si yo me olivo de ti, por favor, nunca te olvides de mí.
 
 
Mahatma Gandhi