domingo, 28 de octubre de 2018

Infierno Vs. Cielo

Cierto día, el mulá Nasrudín visitó el infierno y le sorprendió sobremanera lo que allí vio. Había mucha gente sentada en torno a una mesa muy bien servida. Estaba llena de platos, a cual más exquisito. Sin embargo, todos tenían aspecto demacrado, ¡pasaban mucha hambre! El caso es que tenían que comer con unos palillos largos como remos y cuando atrapaban la comida, no se la podían llevar a la boca.

Tras esto, Nasrudín ascendió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de manjares y que también comían con palillos largos como remos. En este caso, sin embargo, todos lucían saludables. Allí las personas tomaban la comida para acto seguido alimentar a los de al lado.

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

sábado, 22 de septiembre de 2018

¡Qué ciegos estamos a veces!

Un hombre muy devoto iba a misa todos los días y cumplía con todas las normas de la Iglesia. En una ocasión se produjo un diluvio y las calles y las casas de su ciudad se anegaron. El hombre subió a la azotea de su hogar, pero el nivel del agua subía más y más. Allí arriba, de rodillas, le pidió ayuda a Dios.

Al poco, apareció una barca militar. Un soldado le ofreció subir a bordo.

- No, gracias. Dios me salvará - dijo el beato.

Poco después, el agua cubrió también la azotea y el hombre tuvo que ponerse a nadar. Al cabo de una hora, otro bote pasó por allí. Esta vez le lanzaron un chaleco salvavidas, pero él lo rechazó.

- No, gracias. Dios me salvará - gritó desde el agua.

Al final del día, un helicóptero con un potente foco lo descubrió nadando ya exhausto. Inmediatamente, tiraron una cuerda para rescatarlo.

- No, gracias. Dios me ... glu, glu, glu.

El beato, agotado, se hundió y desapareció en las aguas.

Cuando se despertó, estaba delante de Dios.

- Señor, ¡dijiste que me salvarías pero me dejaste morir! - exclamó quejoso.

- Lo intenté - dijo Dios -, pero rechazaste mi ayuda.

- ¡No fue así! - dijo el beato.

- Mira - explicó Dios -, ¡Te envié una barca, un salvavidas y hasta un helicóptero! ¡Si eso no es ayuda, no sé qué puede serlo!

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu


domingo, 9 de septiembre de 2018

La caja de cerillos de nuestro interior

"Como ve, todos tenemos en nuestro interior los elementos necesarios para producir fósforo. Es más, déjeme decirle algo que a nadie le he confiado. Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos, como en el experimento, oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que en este caso el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender uno de los cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía el alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo.

"Si eso llega a pasar el alma huye de nuestro cuerpo, camina errante por las tinieblas más profundas tratando vanamente de encontrar alimento por sí misma, ignorante de que sólo el cuerpo que ha dejado inerme, lleno de frío, es el único que podría dárselo. (...)

"Por eso hay que permanecer alejados de personas que tengan un aliento gélido. Su sola presencia podría apagar el fuego más intenso, con los resultados que ya conocemos. Mientras más distancia tomemos de estas personas, será más fácil protegernos de su soplo. Hay muchas maneras de poner a secar una caja de cerillos húmeda, pero puede estar segura de que tiene remedio. (...)

"Claro que también hay que poner mucho cuidado en ir encendiendo los cerillos uno a uno. Porque si por una emoción muy fuerte se llegan a encender todos de un solo golpe producen un resplandor tan fuerte que ilumina más allá de lo que podemos ver normalmente y entonces ante nuestros ojos aparece un túnel esplendoroso que nos muestra el camino que olvidamos al momento de nacer y que nos llama a reencontrar  nuestro perdido origen divino. El alma desea reintegrarse al lugar de donde proviene, dejando al cuerpo inerte... Desde que mi abuela murió he tratado de demostrar científicamente esta teoría. Tal vez algún día lo logre. ¿Usted qué opina?

Como agua para chocolate, Laura Esquivel

viernes, 31 de agosto de 2018

No te acostumbres a la Vida

La vida está ahí, en ese momento que te pasó de noche porque te parecía común y ordinario.

Como cuando ibas a la Universidad y te quejabas de lo pesado que era la vida de estudiante y ahora ves que tus problemas de entonces no eran nada.

Como cuando tu hijo se sube encima de ti un domingo a las siete de la mañana y tú te molestas, pero cuando es adolescente, entonces extrañas que te busque al despertar.

La vida está ahí, en contemplar las estrellas y la luna sin importar si está llena o no. En ver las montañas o en subirlas cuando tienes la osadía de hacerlo.

Está en la posibilidad que hoy tienes de pensar y decidir.

En ese ir al trabajo del que a veces te quejas pero que cuando no lo tienes, entonces, lo añoras.

La vida está ahí cuando amaneces al lado de esa persona con la que elegiste estar. 

Está en los domingos que pasas en familia y te parecen rutinarios, hasta que alguien de esos seres deja de estar y caes en la cuenta que nada ni nadie es eterno. 

La vida está en esas noches eternas con los amigos queriendo arreglar el mundo. En esas horas en las que hablar, reír a carcajadas o sentirte escuchado cambiaron tu estado de ánimo y dejaste de ahogarte en un vaso de agua.

Está en los besos, en los abrazos y en las miradas que lo dicen todo sin decir nada.

La vida está ahí cuando cantas sin importar cómo te escuches y cuando bailas sin importar quién te ve.

Está en tus momentos a solas, cuando descansas, y cuando te ríes solo en complicidad contigo recordando algo que sucedió,  o cuando te permites llorar, sentir y conectarte con tus emociones.

La vida está ahí en el sencillo acto de respirar, moverte, hablar...

He aprendido que la clave de disfrutar la vida está en que no esperemos mucho de ella o en darnos cuenta que lo "mucho" que tanto esperamos ya lo tenemos, pero nos falta notarlo. En notar que lo ordinario es lo más extraordinario que existe.

Aunque parece que vivir es una costumbre, una de las claves de la vida para en realidad disfrutarla, creo que es nunca acostumbrarnos a ella.

"Vivir es Increíble"

martes, 31 de julio de 2018

Los girasoles

Como su propio nombre indica, los girasoles giran de acuerdo a la inclinación del sol, en otras palabras, ellos "persiguen a la luz".

Probablemente esa parte ya la sabías, pero hay otra parte que tal vez no.

¿Alguna vez te has preguntado qué sucede los días nublados y lluviosos, cuando el sol está totalmente cubierto por las nubes?

Resultado de imagen de girasoles mirandoseInteresante pregunta, ¿no? Puede que pienses que la flor del girasol queda marchita y mirando hacia abajo. ¡Pues no! Ellas se vuelven las unas a las otras para compartir entre sí sus energías.

Es impresionante la perfección de la naturaleza.

Ahora llevemos esa reflexión a nuestra vida.

Todos nosotros queremos esa luz y la buscamos de diversas maneras: en la familia, en los amigos, en la religión, en el trabajo, etc. Pero siempre existen los días nublados, los días de tristeza. En ese momento, la mayoría de las personas queda abrumada, con la cabeza baja y, las más débiles, a veces, llegan incluso a deprimirse.

¡La naturaleza tiene tanto para enseñarnos! ¿Qué tal si hacemos como los lindos girasoles? En el momento del dolor, de la desesperación, de la angustia, mira hacia tu interior con total sinceridad y sé consciente que dentro de ti también existe una luz, y esa luz puede ser compartida con aquellos a quienes amas.

Los sentimientos difíciles y dolorosos que son reprimidos, acaban, más tarde o más temprano, transformándose en una enfermedad.¿Quieres esperar a que te llegue una enfermedad para, solo entonces, abrirte a los otros? ¡No hagas las cosas más difíciles! ¡Mira a los girasoles! Ellos no piensan: "el sol se escondió, entonces voy a quedarme aquí triste, cabizbajo, esperando a que vuelva...".

¡Nada de eso! En el mismo momento, ellos accionan su luz interna y comparten con los demás...

domingo, 29 de julio de 2018

La mariposa

Un hombre encontró un capullo de mariposa y se lo llevó a su casa para ver cuando saliera del capullo. Un día observó que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por abrirlo más grande, para poder salir. El hombre vio que la mariposa forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento. Pareció que se había atascado.

Entonces el buen hombre decidió ayudar a la mariposa, y con una pequeña tijera cortó un lado del agujero para hacerlo más grande, de manera que la mariposa pudiera salir del capullo. Sin embargo, al salir, tenía todo el cuerpo muy hinchado y las alas pequeñas y dobladas. El hombre esperaba que las alas se desdoblaran y que el cuerpo se contrajera, pero no sucedió ninguna de las dos cosas y la mariposa solamente pudo arrastrarse en círculos, con su cuerpecito hinchado y las alas dobladas. Nunca pudo llegar a volar.

Imagen relacionadaLo que el hombre en su bondad no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo y la lucha requerida para salir del diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes, y luego pudiese volar y obtener la libertad... ¡poder volar era algo que solamente podía llegar después de la lucha!

Algunas veces lo que necesitamos en la vida es la lucha. Si pudiésemos progresar sin obstáculos, nos convertiríamos en inválidos, no podríamos crecer. ¿Cuántas veces hemos querido tomar el camino fácil para salir de dificultades, tratando de usar "tijeras" para recortar el esfuerzo que nos conducirá al éxito? Así como el oro es refinado con el fuego, solo a través de nuestros esfuerzos y caídas saldremos fortalecidos. Solamente a través de nuestro esfuerzo podremos encontrar el éxito.

miércoles, 11 de julio de 2018

El contrabandista

Cuando era joven, Nasrudín cruzaba todos los días la frontera con las cestas de su asno bien cargadas de paja. Se dedicaba al contrabando, y cuando llegaba a la aduana lo primero que hacía era confesarlo:

- Me llamo Nasrudín y soy contrabandista.

Los guardas le registraban una y otra vez. Comprobaban sus ropas y su carga: metían la bayoneta en la paja, la sumergían en agua e incluso habían llegado a quemarla para ver si llevaba algo oculto. Pero nunca hallaban nada.

Mientras tanto la riqueza de Nasrudín no dejaba de aumentar. Cuando finalmente se convirtió en mulá, le destinaron a una aldea muy lejana y abandonó para siempre el contrabando.

Un día, en aquel lugar remoto, se encontró con uno de los aduaneros de su juventud. Éste no pudo resistir la tentación de preguntar:

- Ahora me lo puedes decir, Nasrudín: ¿qué pasabas de contrabando que nunca pudimos descubrirlo?

- Asnos - respondió el sabio.

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

sábado, 7 de julio de 2018

Grita pero con lentitud

Cuando una persona difícil lo confronte iracundamente, pídale tiempo para pensar:

"Esto me cae como un balde de agua fría y no puedo responderte ahora. Será mejor reunirnos después del almuerzo para discutirlo".

Si le da una respuesta inmediata, probablemente caerá en un contraataque improductivo.

Si alguien le grita, no diga nada hasta que esa persona deje de gritar. Luego, pregúntele:

"¿Podrías repetir lo mismo, pero lentamente?"

Después de todo, ¿quién puede gritar y hablar lentamente a la vez?

domingo, 24 de junio de 2018

El momento presente

Un monje budista regresó a su antiguo monasterio después de meditar durante diez años en la soledad de las montañas. En cuanto llegó, corrió a visitar a su viejo maestro. Llamó a la puerta.

- Maestro, soy Tenzo. Estoy de vuelta. ¿Me podéis recibir?

- Claro, hijo mío. Entra - respondió el anciano.

El monje se descalzó y entró en la celda de su amado mentor. En cuanto se sentó en el suelo, dijo:

- Señor, he estado diez años meditando y he alcanzado la iluminación. Ya puedo responder a cualquier pregunta espiritual.

- Vamos a ver - dijo el anciano cariñosamente -. Dime: ¿de qué lado de la puerta has dejado tus sandalias?

Tenzo intentó recordar dónde había dejado el calzado, pero no lo consiguió. En ese momento, el sonriente maestro dijo:

- ¿No puedes recordar dónde pusiste tus propias sandalias hace sólo un minuto? Querido Tenzo, aún no vives el momento presente. Vuelve dentro de otros diez años.

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

sábado, 5 de mayo de 2018

El anillo del conocimiento y la paz mental

El rey Salomón era rico y poderoso pero, aun así, nunca estaba satisfecho: 

- A menudo me encuentro ansioso - decía a sus consejeros -. Si las cosas van bien, temo que se tuerzan. Si tengo un problema, temo que no se arregle jamás. He soñado que existe un anillo que otorga el conocimiento y la paz mental. Conseguidlo para mí. Tenéis de aquí hasta fin de año: seis meses.

Los consejeros se pusieron en marcha: preguntaron a los mejores joyeros de Damasco, Babilonia y Egipto; consultaron a los mercaderes más viajados, a los diplomáticos e incluso a los nigromantes..., pero nadie había oído hablar de tal objeto.

El tiempo transcurría y Salomón preguntaba continuamente:

- ¿Ya tenéis localizado el anillo?

- Todavía no, mi señor - respondían siempre.

Finalmente, los seis meses expiraron. Todos habían renunciado excepto el más joven. La noche anterior a fin de año estuvo deambulando por las calles. No podía dormir ante la idea de comparecer ante su rey con las manos vacías.

Por la mañana se encontró vagando por el barrio más pobre de la ciudad y, delante de una vivienda, vio a un anciano que levantaba un puesto de bisutería. En un último intento, le preguntó.

El viejo se quedó unos minutos pensativo y, sonriendo, sacó un simple anillo de oro de una bolsa y grabó unas palabras en él. El joven consejero lo tomó, leyó la leyenda y exclamó:

- ¡Sí, éste es el anillo para Salomón!

Al cabo de unas horas, en el gran salón de Estado, Salomón preguntó a sus ministros:

- ¿Habéis conseguido mi anillo?

- ¡Lo tenemos, mi señor! - dijo el joven triunfante.

Salomón se lo puso y leyó las palabras escritas en él: 

"Como todos, pronto morirás".

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

domingo, 29 de abril de 2018

¡Ah... si entre amigos fuéramos gansos!

La próxima temporada, cuando veas los gansos emigrar dirigiéndose hacia un lugar más cálido para pasar el invierno, fíjate que vuelan en forma de "V". Tal vez te interese saber por qué lo hacen así. Al volar de esta forma, la bandada entera aumenta en un 71% el alcance del vuelo con relación al de un pájaro volando sólo.
Imagen relacionada

Lección 1: compartir la misma dirección y el sentido del grupo permite llegar más rápido y más fácilmente a destino, porque ayudándonos los logros son mejores.

Cuando un ganso sale de la formación, siente la resistencia del aire y la dificultad de volar solo; entonces, rápidamente retorna a la formación, para aprovechar el poder de elevación de los que están a su frente.

Lección 2: permaneciendo en sintonía y unidos junto a aquellos que se dirigen en nuestra misma dirección, el esfuerzo será menor, será más sencillo y placentero alcanzar las metas, y estaremos dispuestos a aceptar y ofrecer ayuda.

Cuando el ganso líder se cansa, se traslada al final de la formación, mientras otro asume la delantera.

Lección 3: es necesario compartir el liderazgo, respetarnos mutuamente en todo momento, compartir los problemas y los trabajos más difíciles, reunir habilidades y capacidades, combinar dones, talentos y recursos.

Cuando un ganso se enferma, es herido o está cansado y debe salir de la formación, otros salen de la formación y lo acompañan para ayudarlo y protegerlo: permanecen con él hasta que muera o sea capaz de volar nuevamente; alcanzan su bandada, o se integran en otra formación.

Lección 4: cuando hay coraje y aliento, el progreso es mayor. Una palabra de aliento a tiempo, motiva, ayuda, da fuerzas y produce el mejor de los beneficios.

Los gansos volando en formación graznan para dar coraje y aliento a los que van al frente, para que así mantengan la velocidad.

Lección 5: estemos unidos, uno al lado del otro, pese a las diferencias, tanto en los momentos de dificultad, como en los momentos de esfuerzo.

Lección final: si nos mantenemos uno al lado del otro, apoyándonos y acompañándonos, si hacemos realidad el espíritu de equipo; si pese a las diferencias podemos conformar un grupo humano para afrontar todo tipo de situaciones; si entendemos el verdadero valor de la amistad; si somos conscientes del valor de compartir, la vida será más simple y el vuelo de los años más placentero.


sábado, 28 de abril de 2018

Riqueza, Éxito y Amor

En un pueblo remoto de Oriente, una mujer se encontró sentados a la puerta de su casa a tres ancianos. Vestían con ropas elegantes y departían doctamente. Llena de curiosidad, les preguntó:

- ¿Les puedo ayudar en algo?

- Estamos de viaje y queríamos hacer un alto en el camino - respondieron.

- Por favor, entren en mi casa. Les daré un vaso de agua  - sugirió ella.

- Estaríamos encantados, pero no podemos entrar los tres juntos. Invite, no obstante, a uno de nosotros - dijeron los forasteros.

En ese momento, el marido y la hijita salieron a ver qué sucedía y el hombre dijo:

- ¿Qué tontería es ésa? Entren los tres. Nuestro pueblo siempre ha sido hospitalario.

Ante la insistencia, uno de ellos, de larga barba blanca, respondió:

- Queridos amigos, muchas gracias por vuestras atenciones. Oíd: yo me llamo Riqueza y mis otros dos compañeros, Éxito y Amor. Y los tres no podemos entrar juntos en un hogar. Elegid a uno, por favor.

El matrimonio se quedó pensando un rato hasta que el marido dijo:

- Yo invitaría a Riqueza. Nos va a venir muy bien su compañía.

- Mejor a Éxito; ¡Nunca lo hemos conocido! - replicó la esposa.

Y la niña, que había estado atenta a todo, dijo:

- ¿No sería mejor invitar a Amor? ¡Así la casa se llenaría de cariño!

Los padres accedieron a ese ruego y tendieron la mano al anciano llamado Amor. Pero cuando éste se levantó, sus acompañantes hicieron lo mismo y se dispusieron a seguirlo. Entonces la mujer preguntó:

- Pero, ¿no dijisteis que no podíais entrar juntos?

Y Amor respondió:

- De haber entrado Riqueza, los otros dos hubiéramos permanecido fuera. De haber invitado a Éxito, también- Pero como he sido yo el elegido, mis compañeros visitarán vuestro hogar. Porque, queridos amigos, allá donde hay amor, también suele haber éxito y riqueza. Seguid siempre a vuestro corazón y las demás alegrías de este mundo os acompañarán.

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

sábado, 7 de abril de 2018

Encontrar tu destino

En la vida todos escogemos un camino, pero muchas veces resulta no ser el camino correcto, no es lo que esperábamos. En otras ocasiones, es el camino el que nos escoge a nosotros. Sin embargo, ocurre que ese camino tampoco es el deseado.

Nos preguntamos por qué las cosas no funcionan como se suponía que debían hacerlo. Aunque como siempre, con los años, la distancia y la perspectiva que nos ofrece la experiencia, vamos comprendiendo algunas cosas difíciles de entender, y es que en la vida aparecen capítulos inesperados que no tienen nada que ver con el guión previsto.

Aparecen circunstancias inesperadas, extrañas causas, fracasos, derrotas o equivocaciones que nos impiden lograr nuestro objetivo inicial y nos desvían del curso previsto. Sin embargo, hoy en día tengo la certeza de que si hubiese aprobado las oposiciones a catedrático de universidad, jamás habría escrito mi primer libro, y gracias a que las suspendí varias veces, tomé otro camino que me fue acercando a mi destino.

Sé que después, si hubiese triunfado en mi primer trabajo, habría permanecido anclado allí toda mi vida, probablemente más seguro, pero jamás hubiese tenido la oportunidad de disfrutar de las increíbles experiencias que he vivido a lo largo de mi vida.

Más tarde, durante un tiempo me dediqué a lo que me gustaba, encontré mi camino, mi pasión. Me sentía pleno y feliz, pero la ignorancia de la juventud me hizo perseguir más cosas y abandonar ese camino, tomando equivocados desvíos. Aunque también aprendí y viajé mucho, las buenas sensaciones de antaño nunca fueron iguales.

A veces consigues lo que quieres, cuando en realidad no es lo que necesitas, y en otras no logras alcanzar aquello que realmente buscas. Lo cierto es que no hay dos caminos iguales, al igual que no hay dos personas iguales, por eso cada uno de nosotros tenemos que recorrer nuestro propio camino. Un camino de evolución, de errores y aciertos, un camino de descubrimiento.

Durante un tiempo todo parecía irme bien, pero tarde o temprano las misteriosas fuerzas del destino regresaban, y el fracaso volvía a aparecer en toda su magnitud.

Sin embargo, por esos misterios de la vida, gracias al fracaso, pude encontrar lo que buscaba. Con su particular método, parecía que la vida estaba jugando al escondite con mi verdadero propósito. Durante un tiempo seguí de fracaso en fracaso hasta que, por fin, encontré mi verdadera pasión, mi destino, y con él la plenitud.

Entre todos esos capítulos que dan forma a nuestra historia personal, a base de equivocaciones, aprendí que, en ocasiones, la vida, el Universo, Dios o el destino tienen otros planes, y no cuentan con nuestras preferencias, nuestras expectativas o deseos. Pero al final de ese largo camino lleno de errores, llamado experiencia, encontré la respuesta, y es que a veces, cuando no consigues lo que quieres, encuentras tu destino.

Un lugar llamado destino, Javier Iriondo

sábado, 31 de marzo de 2018

Juan Salvador Gaviota

Lo que antes había esperado conseguir para toda la Bandada, lo obtuvo ahora para sí mismo; aprendió a volar y no se arrepintió del precio que había pagado. Juan Gaviota descubrió que el aburrimiento y el miedo y la ira, son las razones por las que la vida de una gaviota es tan corta, y al desaparecer aquéllas de su pensamiento, tuvo por cierto una vida larga y buena.

Juan Salvador Gaviota, Richard Bach

miércoles, 28 de marzo de 2018

Manifiesto sobre la (in)comodidad

Hoy y para el resto de mi vida, apuesto por una vida plena y con sentido, hermosa y llena de pasión.

Desde ahora me comprometo a tomar el milagro de la vida como venga: con frío o calor, sol o lluvia, tormentas de nieve o tornados.

Quiero tener la vida del viajero que explora, aprende y se empapa de alegría.

Si hace calor, le daré la bienvenida al clima y celebraré la llegada del verano. Sudaré alegre en pos de aventuras que remojaré en poemas intensos. Como si estuviese en Indonesia cual intrépido Indiana Jones.

Si estoy en un lugar feo y pobre, imaginaré que soy un activista que trabaja para mejorar el barrio: un apasionado voluntario que aporta amor y belleza a todas las personas que allí habitan. Y ese lugar será amado por mí. ¡Habrá mucha gente fantástica con la que conectar y las molestias estéticas serán minucias sin importancia!

Si el bullicio es grande, me daré cuenta de que puedo ser feliz también allí. ¡Los seres humanos no necesitan silencio para ser felices! Existe un interruptor mental que apaga los ruidos si no los tenemos en cuenta. ¡Puedo trabajar, conocer gente, amar a los demás... realizar infinidad de actividades valiosas! Entenderé que el ruido también es vida.

Esperas largas y pies cansados: agobio o felicidad, todo depende de mí. Puedo estar lleno de energía y amor y hacer cosas constructivas en todo momento.

Hoy y para el resto de mi vida, me apunto al club de las personas activas, alegres y apasionadas que apuestan por una vida emocionante y plena. ¡No quiero mucha comodidad: no la necesito! ¡Me espera mi mejor versión en el mejor de los universos posibles!

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

lunes, 26 de marzo de 2018

Ser lo que no eres

En una fiesta, Elisabeth, una joven perteneciente a la alta burguesía, conoció a un apuesto joven. Abraham, que así se llamaba, capturó su atención, no tanto por su belleza, como por su nobleza, su forma respetuosa de tratar a los demás, su cercanía, y también por la calidad humana que desprendía su mirada.

A pesar de su aparente seguridad y educación, el muchacho era un humilde invitado de una persona de gran relevancia.

Abraham sintió la atracción de la muchacha en la calidez de su mirada; sin embargo, no creía que fuera suficiente para ella, ni se sentía merecedor de poder aspirar al amor de esa mujer tan especial. ¿Quién era él para lograr ese honor?, se preguntaba.

Desde ese momento, Abraham vivió obsesionado con convertirse en una persona importante y reconocida. Pasó varios años trabajando duro, hasta que logró triunfar y acumular una fortuna, con la cual compró una mansión y muchos y valiosos objetos. Además de los grandes logros materiales, la gente lo admiraba, ya que lo veían como a una persona de éxito. Hasta entonces no creía que fuese suficiente, ni que pudiese hacer feliz a nadie; tampoco se consideraba digno del amor, pero ahora, por fin se sentía importante, pues había obtenido muchos logros para mostrar al mundo y, ante todo, a su amada Elisabeth.

Finalmente llegó su soñado y esperado día, el momento por el que tanto había trabajado, el momento en que su sueño se convertiría en realidad, el día en que de nuevo se encontraría con su amor soñado.

A pesar de los años transcurridos, cuando estuvieron frente a frente, las expectativas y la atracción habían mantenido viva la llama del amor. Sus ojos brillaron al coincidir sus miradas.

Abraham comenzó a explicarle a Elisabeth todo lo que había hecho durante esos años; le contó emocionado y orgulloso sus grandes logros. Con gran detalle magnificó sus posesiones y pertenecías, mientras su pecho se hinchaba pregonando sus hazañas. Pero acostumbrada por su posición a esa clase de grandeza, la luz de los ojos de la muchacha comenzó a apagarse.

La atracción que sentía por ella, el brillo inicial en sus ojos causado por las vibraciones y la energía de las cualidades internas de aquel atento muchacho de cariñosa mirada, el magnetismo que sentía por el humilde pero noble joven que logró conectar con los sentimientos y la admiración más profunda de la muchacha, habían desaparecido...

Ella había quedado prendada de los valores que en su momento percibió en él. Pero la humildad y la nobleza de Abraham se convirtieron en prepotencia, la cercanía en distancia, y aquella mirada de amor se transformó en una de ambición. Todo lo que ella amaba de él había desaparecido, y todo porque él pensó que tenía que demostrar al mundo su valía, y lo logró ante sí mismo, pero en el camino perdió lo más valioso: se perdió a sí mismo.

La grandeza no está reñida con la riqueza, aunque si perdemos de vista los valores, perdemos lo más importante y también el sentido de nuestra vida.

Un lugar llamado destino, Javier Iriondo

domingo, 11 de marzo de 2018

El momento presente

Un monje budista regresó a su antiguo monasterio después de meditar durante diez años en la soledad de las montañas. En cuanto llegó, corrió a visitar a su viejo maestro. Llamó a la puerta.

- Maestro, soy Tenzo. Estoy de vuelta. ¿Me podéis recibir?

- Claro, hijo mío. Entra -  respondió el anciano.

El monje se descalzó y entró en la celda de su amado mentor. En cuanto se sentó en el suelo, dijo:

- Señor, he estado diez años meditando y he alcanzado la iluminación. Ya puedo responder a cualquier pregunta espiritual.

- Vamos a ver - dijo el anciano cariñosamente -. Dime: ¿de qué lado de la puerta has dejado tus sandalias?

Tenzo intentó recordar dónde había dejado el calzado pero no lo consiguió. En ese momento, el sonriente maestro dijo:

- ¿No puedes recordar dónde pusiste tus propias sandalias hace sólo un minuto? Querido Tenzo, aún no vives el momento presente. Vuelve dentro de otros diez años. 

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

viernes, 2 de marzo de 2018

Manifiesto por la felicidad

Me comprometo hoy
y el resto de mis días
a vivir con pasión,
a apreciar lo que me rodea,
a valorar las cosas pequeñas.

Alejaré las quejas de mi mente
ya que no sirven para nada.
Me olvidaré de mis carencias
y me concentraré en lo que poseo
y en mis oportunidades futuras.

Redoblo mi compromiso hoy
de amar a mi entorno,
de trabajar con atención,
de poner todo de mi parte,
de agradecerle a la naturaleza sus regalos.

Viviré con poesía.
Dejaré las necesidades absurdas de lado.
Encontraré la belleza en cada cosa.
Me trataré con cariño a mí
y a los demás.

Todos los días
amor y pasión,
reconocimiento y hermosura,
inundarán mi mente
y todas mis acciones.

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

jueves, 1 de marzo de 2018

La esperanza

Cuando la oscuridad te rodea en pleno día.

Cuando la luz de la esperanza se desvanece en la distancia.

Cuando la soledad se convierte en tu indeseado compañero.

Cuando buscas comprensión y sólo aparece la indiferencia.

Cuando lo has dado todo y nada funciona.

Cuando gritas en tu interior y sólo el silencio te escucha.

Cuando el pasado pesa demasiado y el futuro juega al escondite.

Cuando pierdes lo que más importa, además de la confianza.

Cuando algo tiene que morir, para que algo nuevo vuelva a nacer.

Cuando lo has perdido todo, ya sólo puedes ganar.

Cuando las cosas vayan mal, no te vayas con ellas.

Quédate conmigo, soy la esperanza.

Un lugar llamado destino, Javier Iriondo

martes, 27 de febrero de 2018

Dos lobos

El pequeño Nube Roja se agachó para entrar en la tienda de su abuela. Ésta se encontraba junto al fuego, limpiando tubérculos para la cena. El humo salía por un hueco que había en lo alto y así el interior permanecía siempre cálido y limpio.

Al joven sioux se le veía azorado. La abuela preguntó dulcemente:

- ¿Qué sucede, Nube? Te veo mal.

- ¡Otra vez mi hermano! Se ha ido con los demás a pescar y me ha dejado solo. ¡Qué rabia me da! ¿Por qué la gente es tan mala, abuela?

- Muy fácil, hijo mío. Dentro de nosotros habitan dos lobos: uno es cariñoso y feliz; el otro, envidioso y ruin. Los dos luchan en nuestro interior.

- ¿Y cuál acabará ganando? - preguntó el niño con los ojos bien abiertos.

- No hay duda: el que alimentemos mejor - concluyó la mujer.

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

domingo, 25 de febrero de 2018

Las cicatrices de los clavos

Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar uno detrás de la puerta.

Resultado de imagen de puerta con clavos
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos. Durante los días que siguieron, a medida que aprendía a controlar sus emociones, clavaba cada vez menos clavos. Descubrió que era más fácil dominarse que clavar clavos detrás de la puerta.

Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Su padre le sugirió que retirara un clavo por cada día que lograra dominarse.

Los días pasaron, y pudo anunciar a su padre que no quedaban clavos por retirar. El hombre lo tomó de la mano, lo llevó hasta la puerta y le dijo: "Has trabajado duro, hijo mío, pero mira esos hoyos en la madera: nunca más será la misma. Cada vez que pierdes la paciencia, dejas cicatrices como las que aquí ves. Puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero la cicatriz perdurará para siempre".

domingo, 18 de febrero de 2018

La fuerza de la fe

Cuando amaneció el día señalado, los cristianos marcharon en procesión hacia la arena del circo romano. Pero como si desfilaran hacia el cielo y no hacia las fieras, sus rostros estaban iluminados por la alegría.

La gente se apiñaba en las calles para verlos pasar, pero, sorprendentemente, sin el jolgorio típico de los espectáculos callejeros. Esta vez, ningún niño lanzó verduras podridas ni se oyó ningún insulto. Los romanos se sentían intrigados, incluso temerosos, de aquellos excéntricos que adoraban a un hombre ajusticiado en una cruz.

Aquella mañana, en el recorrido que conducía al circo, sólo se oía el cobarde murmullo del pueblo hablando por lo bajo.

Por fin, la comitiva llegó al imponente Coliseo. Dentro les esperaban unos funcionarios que les cubrieron de pieles de conejo sangrantes para excitar a los perros que les devorarían más tarde.

De esa guisa salió el grupo a la arena. Los gritos estallaron entre la masa hambrienta del espectáculo de la muerte. Fieros canes aguardaban babeando en tres extremos equidistantes del ruedo. Entre el bullicio, un grupo numeroso de espectadores empezó a corear: "¡Muerte a los paganos! ¡Muerte a los paganos!". Era un cántico parecido al de los modernos estadios de fútbol. La palabra "pagano" se refería obviamente a los cristianos, que despreciaban la vasta colección de dioses romanos.

Los condenados, entre los que también había niños con los pies encadenados, se dirigieron al centro del coso, como les habían ordenado. En sus posiciones, los perros tiraban de las correas, ansiosos por alimentarse.

Pero mientras los creyentes se dirigían a una muerte segura, se empezó a oír un sonido inaudito: era una melodía de voces que sonaba maravillosamente. Muchos romanos callaron para distinguirla. Se empezó a hacer silencio y... entonces, de repente, se hizo totalmente audible: eran los propios cristianos que entonaban un cántico. ¡El gentío no daba crédito a lo que estaba presenciando! Aquella gente extraña estaba serena. Es más, sus miradas resplandecían. Algunos se abrazaban como despidiéndose, pero sin lloros ni lamentos.

El responsable de los juegos, Julio Pontio, un hombre obeso y calvo, se hallaba cobijado tras una barrera de madera. Nervioso, miró hacia el emperador y distinguió una expresión de fastidio. Enseguida hizo un gesto a los entrenadores de los perro y gritó: 

- ¡Soltadlos ya! ¿A qué esperáis, imbéciles?

Y a esa voz, los canes salvajes saltaron en dirección a los cristianos. En cuanto alcanzaron a sus presas, el loco rugido del pueblo encendió de nuevo el circo. Nerón y Julio Pontio respiraron aliviados. Pero el germen de la curiosidad y la admiración estaba ya plantado en la mente del pueblo. No se dejaría de hablar de los cristianos en toda la semana.

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

miércoles, 14 de febrero de 2018

El propósito

Óscar  fue una persona muy ambiciosa toda su vida. Siempre estuvo obsesionado por triunfar. Difícilmente disfrutaba del momento presente, porque siempre estaba en otro lugar, en el futuro, pensando cómo crear nuevos negocios y ganar más dinero.

Lo cierto es que Óscar nunca se planteó por qué quería conseguir más y más cosas. No sabía si era para demostrarse algo a sí mismo, o para demostrar al resto del mundo su valía. Pero lo cierto es que su vida era una constante carrera sin línea de llegada. Cada vez que se encontraba próximo a la meta, cerca del objetivo que se había trazado, siempre había algo más que añadir a esa interminable lista de objetivos.

Los años fueron pasando. Óscar logró grandes éxitos en su vida. Pero por alguna razón siempre sentía que le faltaba algo, aquella misteriosa sensación de vacío nunca desaparecía. Pese a los muchos triunfos y todo el reconocimiento que obtuvo, en su interior siempre había una especia de vacío permanente que lo perseguía sin tregua.

Sin saber por qué, la tensión se fue acumulando en su vida. Cada vez se sentía más frustrado, algo que las personas de su entorno no entendían, porque tenía todo lo que la mayoría de la gente desea en la vida, por eso suponían que debería ser feliz.

Entonces pensó que para sentirse mejor y más completo tenía que ganar más, tener más éxito y más reconocimiento, convencido de que de esa manera llenaría ese vacío que sentía en el interior.

Comenzó a trabajar de forma obsesiva en un nuevo proyecto, apenas tenía tiempo para su familia y sus amigos, no disfrutaba de nada, pero creó una nueva empresa que le reportó más beneficios y mayor reconocimiento. Pero esa sensación de vacío no desapareció, sino que lo oprimía cada vez con más fuerza. Seguía faltándole algo, ese misterioso y esquivo algo que seguía sin descifrar qué era. Por lo que pensó que tenía que continuar aumentando su imperio.

Llegó a un punto en el que hasta pudo comprarse su propio avión privado. Las cosas que lograba le suponían un gran placer, pero al mismo tiempo eran como un perfume, que encandila con su fragancia pero desaparece pronto.

Su desmedida ambición fue creciendo. Llegó a tenerlo todo. Todo menos a sí mismo. Había una pieza del puzzle de su vida que seguía sin encajar.

Un buen día, su viejo amigo Daniel, al que no veía desde hacía tiempo, pero al que tenía gran afecto, apareció en su oficina. Óscar sentía una gran admiración por Daniel, ya que éste nunca tuvo la ambición ni el supuesto éxito que él había tenido, pero Daniel siempre ayudaba a muchas personas. Era la clase de persona con la que todo el mundo quiere estar, alguien entrañable que añadía valor a la vida de los demás.

Daniel le contó a Óscar lo que había estado haciendo en los últimos años, colaborando con muchas organizaciones, ayudando a niños y mayores en distintos lugares.

Y en esos momentos, el propósito de Daniel era llevar un cargamento de sillas de ruedas a un hospital infantil en el Congo, en África, lleno de niños mutilados por la barbarie de la guerra. Para ello necesita el avión de Óscar, y eso fue lo que le pidió.

En cuanto Daniel le contó la historia a Óscar, éste no dudó un momento en ofrecerle su avión para llevar el cargamento de sillas de ruedas. Pero el asunto no terminó ahí; Daniel le pidió que lo acompañase en el viaje a África. Óscar se sorprendió por la petición y la insistencia de Daniel en que lo acompañase.

Óscar dudó. Permaneció pensativo sin saber qué responder. Había algo que no era capaz de comprender en aquella petición, en esa historia, y eso lo atrajo. Algo le decía que tenía que ir. Y la planificación para aquel viaje conjunto se puso en marcha.

Llegó el día. Óscar era una persona muy segura de sí misma, pero tenía los nervios a flor de piel. Esto era algo por completo nuevo para él, mientras que Daniel sonreía de satisfacción por lo que estaban a punto de hacer. Tras el largo viaje, por fin llegaron a destino. En el aeródromo los esperaba un camión para cargar con las ochenta sillas de ruedas para los niños y otro material de ayuda para el hospital.

Durante el trayecto por carreteras y pistas, el paisaje fue desolador, las consecuencias de los destrozos de la devastadora y cruel guerra eran visibles en todas partes. El dolor sufrido por tantas personas, la pobreza y la falta de esperanza se respiraban en el ambiente. Y eso era algo a lo Óscar jamás se había expuesto.

"Una cosa es ver noticias sobre una guerra, ante la que muchos parecen haberse inmunizado - pensó Óscar -, algo con lo que uno ya apenas se inmuta, porque los medios ofrecen muchas escenas de la cruel violencia y de las injusticias de la guerra, como un anuncio más, casi como un reality show. Y otra verlo con tus propios ojos, sentirlo..." (...)

Tras tres interminables horas de camión sufriendo un intenso y pegajoso calor, por fin llegaron al hospital, en donde comenzaron a descargar las sillas de ruedas.

Cuando descargaron, Daniel y Óscar se dispusieron a entregar las sillas a los niños necesitados. Al abrir la puerta que daba acceso a la zona en la que se encontraban, la durísima imagen de aquellos niños mutilados por una atroz, inútil y sangrienta guerra paralizó totalmente a Óscar.

Daniel había intentado prepararle para aquel impactante choque emocional, pero ninguna palabra era capaz de explicar, y mucho menos dar sentido, a la cruel imagen de tantos niños inocentes a los que la cruel guerra había hecho pedazos sus cuerpos y sus vidas.

Cuando los niños, que ya conocían a Daniel, lo vieron entrando con Óscar y con el cargamento de sillas de ruedas, los ojos de los niños se iluminaron. El griterío se hizo ensordecedor, el entusiasmo se apoderó de ellos. No daban crédito a lo que estaban viendo.

Óscar tampoco podía creer lo que estaba viendo, no era capaz de comprender plenamente aquella ilusión, las sonrisas, el desbordante entusiasmo por tener una silla de ruedas para poder desplazarse. Para muchos era sentirse libres, pero, sobre todo, en realidad lo trascendental era que no todo el mundo se había olvidado de ellos, y en ese momento recuperaron la sensación de que importaban a alguien.

Ambos comenzaron a entregarles las sillas de ruedas, uno a uno, y las caras de los niños irradiaban una mágica y contagiosa luz difícil de explicar. Óscar comenzó a sentir algo nuevo que jamás había experimentado. Su vida pasada quedó atrás; ahora estaba en el presente, como nunca había estado antes. En esos momentos no había cabida para preocupaciones sobre el futuro, ni esa sensación de vacío, sólo emociones desconocidas.

Óscar entregó una silla de ruedas a Vana, una huérfana de nueve años. Vana perdió ambas piernas mientras jugaba cerca de su pueblo, cuando pisó una mina antipersonas. Las lágrimas brotaban ahora de los inmensos ojos de la preciosa pequeña, pero no eran lágrimas de dolor, sino de agradecimiento porque alguien desconocido la estaba ayudando y preocupándose por ella.

Óscar fue incapaz de contener las lágrimas. Jamás, ni en sueños, había imaginado verse ante una situación así. Su corazón latía acelerado, y tragó saliva. No podía dejar de mirar aquellos inmensos ojos brillantes mirándolo de esa manera. Algo desconocido comenzó a ocurrir en su interior.

En ese momento, la pequeña agarró del brazo a Óscar y mirándolo a los ojos con toda su dulzura, le dijo algo con voz tímida, que él no llegó a comprender. Llamó con urgencia a Daniel para que tradujese lo que le decía, mientras Vana seguía sujetando con sus pequeñas manos el brazo de Óscar.

- ¿Qué dice? - preguntó Óscar.

- Dice que nunca olvidará tu cara - le tradujo Daniel -. Que te estará eternamente agradecida por tu regalo, por tu generoso gesto, y que siempre te llevará en el corazón.

Óscar hizo un esfuerzo por controlarse, pero fue incapaz de contenerse. Las lágrimas comenzaron a correr por su cara. Con el corazón encogido, pero con una extraña paz, Óscar siguió repartiendo las sillas, y viendo nuevas escenas como la que acababa de experimentar.

En medio de la algarabía general, Óscar pasó de nuevo delante de Vana y ella lo llamó porque quería decirle algo. Vana se desplazó emocionada en su silla de ruedas. Óscar se agachó frente a ella para estar a su altura y llamó a Daniel para que le tradujese. La pequeña volvió a agarrarlo del brazo, lo miró con su frágil dulzura y se dirigió a él con un inocente y sincero amor.

- ¿Qué me está diciendo? - preguntó Óscar casi sin voz, y otra vez Daniel ofició de traductor.

- Dice que te quedes un momento con ella, que quiere recordar el rostro de la persona que la ha ayudado. Que quiere acordarse de ti, porque así, un día, en el futuro, cuando os volváis a ver en el Cielo, volverá a darte las gracias por lo que has hecho por ella.

Óscar se inclinó hacia Vana, y sintió como si un potente rayo de luz atravesase su cuerpo y le iluminase el alma. Arrodillado ante ella, abrazó con todas sus fuerzas el pequeño cuerpo de la niña. Mientras la abrazaba, con la cabeza recostada sobre el pecho de la pequeña Vana, Óscar se sumergió en un mar de sollozos, incapaz de contenerse; ella le acarició la cabeza, intentando consolarle, sin comprender por qué Óscar lloraba de esa manera.

Después de varios minutos, Óscar por fin se alzó y miró a Vana envuelto en un mar de lágrimas, sin poder dejar de decir una y otra vez nada más que "Gracias, gracias y más gracias".

Toda su existencia había estado buscando la manera de sacarse aquella sensación de vacío, cómo librarse de la sensación de que siempre le faltaba algo, intentando rellenar ese vacío con más cosas,  más reconocimiento y más poder. Y en ese mágico momento, Óscar encontró, sintió y comprendió aquello que había estado buscando inútilmente toda su vida.

Tomó la pequeña mano de Vana, la puso contra su mejilla, la besó y le siguió dando las gracias, porque Vana le acababa de dar el regalo más valioso de su vida, la respuesta a todo lo que estaba buscando.

Óscar comprendió que la vida no va sobre lo que consigues, sino sobre lo que das. Comprendió que no sabemos qué es vivir hasta que no hacemos algo por otros que no pueden hacer nada por nosotros, aunque en realidad esa persona nos lo dé todo, porque es la que llena nuestro interior. Y que la mayor inspiración es la que proviene de lo que podemos hacer por los demás. Comprendió también que una vida sin contribuir al bienestar de los demás es una vida incompleta. Es cuando te desvías de tu camino para ayudar a otros, cuando marcas la diferencia en la vida de alguien, es entonces cuando eres importante para el universo, cuando sabes que porque tú has vivido, alguien ha podido vivir mejor.

Es entonces cuando la vida adquiere un nuevo significado. Tendrás una vida más plena cuando te conviertas en una influencia positiva en la vida de otra persona, cuando plantes semillas de esperanza. (...)

Cuando sales de ti, cuando dejas de pensar en tus propias necesidades, entonces la oscuridad se transforma en luz, y el constante ruido interior se convierte en serenidad. Es el mágico momento del sosiego interior. Es el momento en que comprendes y aceptas que no tienes que demostrar nada al mundo. Es entonces, y sólo entonces, cuando eres capaz de escuchar el silencio, tocar el arco iris y ver los colores del viento.

Encontrar tu propósito en la vida es el mayor tesoro que puedes hallar, y no está enterrado en una isla desierta; está escondido dentro de ti.

Un lugar llamado destino, Javier Iriondo

jueves, 8 de febrero de 2018

Asamblea en la carpintería

Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejercitó la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa?: ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba todo el tiempo golpeando. El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.

En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un lindo juego de ajedrez. Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:

- Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos.

La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir  y hacer cosas de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos. Ocurre lo mismo con los seres humanos. Observen y lo comprobarán. Es fácil encontrar defectos, cualquier tonto puede hacerlo, pero encontrar cualidades, eso es para los espíritus superiores que son capaces de inspirar todos los éxitos humanos.

miércoles, 7 de febrero de 2018

El perdón

El perdón es el ingrediente fundamental para curar, para apaciguar la mente y el corazón. Todos merecemos el perdón, pero eres tú mismo el que tiene que perdonarse para dejar de sufrir; porque si no, sólo te causas más dolor, y ese dolor puede convertirse en rencor, en constante frustración o en odio, que es aún peor.

La falta de perdón nos impide avanzar libres, ya que seguimos regresando constantemente al doloroso pasado, permaneciendo anclados en ese indeseado lugar, con ese pesado y doloroso equipaje sobre los hombros. La falta de perdón tan sólo genera un sufrimiento inútil, es un veneno que acaba por consumirnos, como un lento fuego que arrasa nuestro interior.

El perdón es aceptación, es compasión y bondad. Ni la culpa ni el rencor nos darán la razón, sólo nos llenarán de dolor y nos alejarán de la calma y la serenidad que nuestro corazón y nuestra mente necesitan. Cuando perdonamos depuramos el corazón y encontramos la paz en nuestro interior. Perdonar y perdonarse es aceptarse y quererse a pesar de las equivocaciones. El perdón cicatriza las heridas del pasado, porque perdonar es dejar atrás el dolor y convertir los errores en valiosas experiencias que nos permitirán avanzar serenos y en paz hacia un futuro mejor.

Un lugar llamado destino, Javier Iriondo

miércoles, 31 de enero de 2018

El león y su reflejo

Un día, un sediento león se acercó a un lago de aguas transparentes y, al asomarse para beber, vio por primera vez su imagen reflejada. Asustado, pensó: "Este lago es territorio de ese fiero león. ¡Tengo que marcharme!"

Pero el animal tenía mucha sed, así que, al cabo de unas horas, decidió volver. Se aproximó sigilosamente y, justo cuando inclinó el cuello para beber, ¡ahí estaba de nuevo su rival! ¡No se lo podía creer! ¡Qué veloz y atento era el maldito animal!

¿Qué podría hacer? La sed lo estaba matando y ésa era la única fuente de agua en kilómetros a la redonda. Desesperado, se le ocurrió rodear el lago para penetrar por un recodo oscuro. Cuando llegó al lugar, se arrastró hasta el agua y... ¡pam!, ¡las mismas fauces frente a él! Estaba hundido. Nunca se había enfrentado a alguien tan territorial...

Pero el león tenía tanta sed que decidió jugársela. Se armó de coraje, corrió hasta llegar a la orilla y, sin pensarlo, metió la cabeza en el agua. Entonces fue cuando, como cuentan los ancianos pigmeos, ¡se hizo la magia!: su feroz rival había desaparecido para siempre.

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu