martes, 29 de agosto de 2017

Las causas de las guerras

Me preguntó cuáles eran las causas o motivos que, generalmente, conducían a un país a guerrear con otro. Le contesté que eran innumerables y que iba a mencionarle solamente algunas de las más importantes. Unas veces, la ambición de príncipes que nunca creen tener bastantes tierras y gentes sobre qué mandar; otras, la corrupción de ministros que comprometen a su señor en una guerra para ahogar o desviar el clamor de los súbditos contra su mala administración. La diferencia de opiniones ha costado muchos miles de vidas. Por ejemplo: si la carne era pan o el pan carne; si el jugo de cierto grano era sangre o vino; si silbar era un vicio o una virtud; si era mejor besar un poste o arrojarlo al fuego; qué color era mejor para una chaqueta, si negro, blanco, rojo o gris, y si debía ser larga o corta, ancha o estrecha, sucia o limpia, con otras muchas cosas más. Y no ha habido guerras tan sangrientas y furiosas, ni que se prolongasen tanto tiempo, como las ocasionadas por diferencias de opinión, en particular si era sobre cosas indiferentes.
 
A veces, la contienda entre dos príncipes es para decidir cuál de ellos despojará a un tercero de sus dominios, sobre los cuales ninguno de los dos exhibe derecho alguno. A veces, un príncipe riñe con otro por miedo de que el otro riña con él. A veces, se entra en una guerra porque el enemigo es demasiado fuerte, y a veces, porque es demasiado débil. A veces, nuestros vecinos carecen de las cosas que tenemos nosotros o tienen las cosas de que nosotros carecemos, y contendemos hasta que ellos se llevan las nuestras o nos dan las suyas. Es causa muy justificable para una guerra el propósito de invadir un país cuyos habitantes acaban de ser diezmados por el hambre, o destruidos por la peste, o desunidos por las banderías. E justificable mover guerra a nuestro más íntimo aliado cuando una de sus ciudades está enclavada en punto conveniente para nosotros, o una región o territorio suyo haría nuestros dominios más redondos y completos. Si un príncipe envía fuerzas a una nación donde las gentes son pobres e ignorantes, puede legítimamente matar a la mitad de ellas y esclavizar a las restantes para civilizarlas y redimirlas de su bárbaro sistema de vida. Es muy regia, honorable y frecuente práctica cuando un príncipe pide la asistencia de otro para defenderse de una invasión, que el favorecedor, cuando ha expulsado a los invasores, se apodere de los dominios por su cuenta y mate, encarcele o destierre al príncipe a quien fue a remediar. Los vínculos de sangre o matrimoniales son una frecuente causa de guerra entre príncipes, y cuanto más próximo el parentesco, más firme es la disposición para reñir. Las naciones pobres están hambrientas, y las naciones ricas son orgullosas, y el orgullo y el hambre estarán en discordia siempre. Por estas razones, el oficio de soldado se considera como el más honroso de todos; pues un soldado es asalariado para matar a sangre fría, en el mayor número que le sea posible, individuos de su propia especie que no le han ofendido nunca.
 
 
Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift

sábado, 26 de agosto de 2017

Bumerán

Hay personas que no dan todo lo mejor que tienen, que no se esfuerzan al máximo, que no utilizan todo su potencial, que no plantan las semillas de lo que realmente quieren recoger y, sin embargo, esperan recoger frutos de grandeza, esperan todo lo mejor, y hasta se asombran de no recibir los frutos que esperaban..., a pesar de saber que no han dado todo lo que tenían dentro.
 
La vida es un gran bumerán, que siempre nos devuelve lo que hemos lanzado, como el eco responde a nuestra propia canción, la vida puede ser como un espejo que te devuelve el reflejo de tu interior. Puedes recoger todo aquello que desees, siempre y cuando siembres lo mismo.
 
Te pregunto nuevamente: ¿crees que hasta ahora has hecho todo lo que has podido hacer, o crees que podías haber hecho más? ¿Crees que ya eres todo lo que puedes ser?
 
 
Donde tus sueños te lleven, Javier Iriondo

jueves, 24 de agosto de 2017

Quiero

Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides, sin anularme.
Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces, sin asfixiarme.
Quiero que me animes, sin empujarme.
Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques, sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgustan...
 
Jorge Bucay

miércoles, 23 de agosto de 2017

Mi tesoro

A pesar de las desgarradoras circunstancias y de los golpes recibidos,
a pesar del dolor infligido hasta las profundidades del alma,
aplastado por los acontecimientos y los avatares de la vida,
desde lo más hondo de mi corazón me niego a abandonar y permanecer en el suelo.
Puede que me llamen iluso, puede que me llamen loco y no esté cuerdo,
con la incertidumbre, los miedos y las sombras de la duda por compañeros.
Sin importar cuántas veces me caiga o me tiren,
miraré al frente, me levantaré y seguiré caminando en busca de mi sueño.
Podrán despojarme de todo, menos de mi libertad interior y de mi espíritu.
Puedo perder mis bienes, pero jamás me podrán arrebatar mi patrimonio,
que son mi honor, mi dignidad y mis sueños, mi verdadero tesoro.
 
 
Donde tus sueños te lleven, Javier Iriondo

sábado, 19 de agosto de 2017

El sentido de la enseñanza

El maestro Sufí contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían su sentido.
 
- Maestro - lo encaró uno de ellos una tarde - tú nos cuentas los cuentos pero no nos explicas su significado...
 
- Pido perdón por eso - se disculpó el maestro - permíteme que en señal de reparación te convide con un rico durazno. ¿Aceptas?
 
- Sí, muchas gracias - dijo el alumno.
 
- ¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo cortara en trozos para que te fuera más cómodo...?
 
- Me encantaría... Pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro...
 
- No es un abuso su yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte... Permíteme también que te lo mastique antes de dártelo...
 
- No maestro. ¡No me gustaría que hicieras eso! - Se quejó sorprendido el discípulo.
 
El maestro hizo una pausa y dijo:
 
- Si yo les explicara el sentido de cada cuento, sería como darles a comer fruta masticada.
 
Jorge Bucay

viernes, 11 de agosto de 2017

La perseverancia

En un frío día de invierno, un joven cachorro se alejó demasiado de la granja en la que vivía al perseguir las pocas hojas que el invierno aún no se había llevado. Revoloteando y bailando a impulsos del viento, las hojas hipnotizaron al joven cachorro, que continuó alejándose cada vez más y más sin darse cuenta.
 
La nieve lo cubría todo; el viento comenzó a soplar cada vez más fuerte mientras una nueva tormenta se acercaba. El cachorro comenzó a sentir el frío y decidió volver a casa, pero al mirar alrededor sólo vio que un gran manto de nieve lo rodeaba.
 
Comenzó a correr desesperadamente, aunque en la dirección equivocada. El miedo se apoderó de él. Hasta que encontró un camino que siguió con ahínco. La nieve comenzó a caer y la noche acechaba. Finalmente vio unas luces que lo llenaron de esperanza. Llegó a una gasolinera, que en ese momento cerraba. Al acercarse con toda la inocencia y la ilusión a la persona que en ese instante se marchaba, ésta le dio una gran patada.
 
Era su primera patada; nunca antes le habían dado una, nunca antes lo habían rechazado así. El dolor era intenso, pero más aún el miedo, la incomprensión y la soledad que en ese momento sentía.
 
Perdido y aturdido comenzó a pensar en su amada granja, pensó en su familia y en el calor del hogar, comenzó a soñar. Ese sueño y esa visión le hicieron volver a recuperar la esperanza. Aunque dolorido, empezó a recorrer otro camino. La noche ya era cerrada, la nieve caía incesantemente y el frío aumentaba. Exhausto, cuando estaba a punto de darse por vencido, volvió a ver unas luces a lo lejos. Su corazón rebosó nuevamente de esperanza.
 
Sucio, helado, empapado, llegó a una granja, se acercó a ella. Y con toda la ilusión del mundo comenzó a arañar la puerta con la esperanza de recibir el carió y el calor que tanto anhelaba. Un hombre enorme se acercó a la puerta ante sus insistentes ladridos y arañazos. Al verlo, el desconocido le propinó otra patada que lo desplazó por los aires.
 
El pobre cachorro no entendía nada; cojeando y encogido por el intenso dolor, buscó refugio bajo unos arbustos. La desesperación y no entender por qué lo trataban de esa forma, le dolían más que aquellas patadas. Su mundo se vino abajo por completo. Tiritando por el intenso frío y el dolor, sintió que ya nada merecía la pena, pensó que ésa sería su última noche.
 
Inesperadamente, el día amaneció despejado, y el cachorro había sobrevivido a la fría y larga noche a la intemperie. Con todo el dolor, sus miedos y sus dudas, se armó de coraje para acercarse nuevamente a la casa. En vez de ladrar y arañar la puerta, miró por la ventana y vio a unos niños jugando junto al cálido fuego de la chimenea.
 
El cachorro pensó entonces que si pudiese entrar con los niños, seguro que lo aceptarían y podría jugar con ellos, y encontraría calor y comida. Reunió valor una vez más, llegó hasta la puerta y levantó la pata para comenzar a arañar la madera y convertir su sueño en realidad. Pero en ese momento las dudas asaltaron su mente. Se acordó de las dos patadas del día anterior y del enrome dolor que había sufrido, los miedos se le infiltraron por las grietas causadas por la duda, y las expectativas negativas se apoderaron de él. El recuerdo de esas patadas y de esos rechazos fue más grande que su sueño; las traidoras voces del miedo lo paralizaron, convenciéndolo de que no merecía la pena seguir luchando por su sueño.
 
Se dio la vuelta, cabizbajo, con la mirada en el suelo, y volvió a su refugio bajo los arbustos. No dejó de pensar en aquellas patadas, en los problemas. Se olvidó de su sueño hasta que finalmente, aletargado por el frío, el cachorro se quedó dormido y nunca más volvió a despertar.
 
Donde tus sueños te lleven, Javier Iriondo

domingo, 6 de agosto de 2017

Política atemporal

Leyendo el libro "Los viajes de Gulliver" me sorprende éste fragmento pronunciado por el rey de los gigantes tras explicarle Gulliver cómo funciona la política en Inglaterra y Europa. La verdad es que, algunas cosas, me resultan bastante familiares a pesar de haberse escrito esta novela en 1726. Pero juzgad vosotros mismos:

"Amiguito Grildrig: acabáis de hacerme un admirable panegírico de vuestra Inglaterra, me habéis demostrado cumplidamente que la ignorancia, la pereza y el vicio pueden llegar a ser las únicas cualidades de un hombre de gobierno, que las leyes son comentadas, interpretadas y aplicadas precisamente por unas personas cuyos intereses y talento les llevan a corromperlas, a embrollarlas y a eludirlas. Advierto en vosotros una organización política que, en su origen, pudo ser tolerable, pero que luego las malas pasiones de los gobernantes y de los súbditos la han desfigurado por completo, pues, por todo lo que me habéis referido, no me parece  que se exija en vuestro país una sola virtud para llegar a tal o cual categoría o para desempeñar algún destino público. Yo veo que allí, los hombres en general, no se ennoblecen por su talento, que los sacerdotes no están adelantados en las ciencias morales y en la piedad, los militares no despuntan por su valor, los jueces no sobresalen por su integridad, ni los diputados por su amor a la patria.
 
En cuanto a vos, prosiguió el rey, que habéis pasado la mayor parte de vuestra vida navegando, quiero creer que no estaréis inficionado de los vicios de vuestra nación, pero por lo que me habéis declarado espontáneamente, y por las respuestas que os he precisado a dar al haceros mis objeciones, juzgo que la mayoría de vuestros compatriotas son la más perniciosa raza de insectos que la naturaleza haya jamás tolerado que se extendiese sobre la superficie del globo."
 
Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift