martes, 31 de diciembre de 2013

Cumpleaños de Jesús

Como sabrás, hace poco fue mi cumpleaños. Todos los años se hace una gran fiesta en mi honor y pensaba que este año iba a suceder lo mismo.

En esos días, la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión, y en todas partes no se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta para que llegue ese día.

La verdad: es agradable saber que, al menos un día del año, algunas personas piensan un poco en mí.

Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio, no parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día, pocos saben para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata.

Pues bien, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo también que había muchos regalos, ¿pero sabes una cosa? A mí ni siquiera me invitaron....

Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme.

La fiesta era para mí y cuando llegó el gran día me dejaron afuera, me cerraron la puerta...y yo quería compartir la mesa con ellos.

La verdad, no me sorprendió, porque en los últimos años todos me cierran la puerta.
Como no me invitaron, se me ocurrió entrar sin hacer ruido y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose, lo estaban pasando en grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando jo-jo-jo-jo. Parecía que había bebido de más; se dejó caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él, diciendo: "¡Santa Claus, Santa Claus..!" ¡Como si la fiesta fuese en su honor!

Llegaron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse. Yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara y ¿sabes? nadie me abrazó... De repente, todos empezaron a repartirse los regalos. Uno a uno los fueron abriendo, hasta que todos se abrieron. Me acerqué para ver si de casualidad había alguno para mí.

¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada?

Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta. Salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.

Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas, y de mí nadie se acuerda. Todos se han olvidado que hace más de dos mil años vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esa forma poder salvarte.

Hoy solo quiero que tú creas esto con todo tu corazón.

Voy a contarte algo. He pensado que, como muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una fiesta grandiosa como la que jamás nadie se imaginó, una fiesta espectacular.

Todavía estoy haciendo los últimos preparativos, por lo que este año estoy enviando muchas invitaciones y en este día, hay una invitación para tí. Sólo quiero que me digas si quieres asistir y te reservaré un lugar, y escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados.

Prepárate porque, cuando todo esté listo, daré la gran fiesta.

Hasta pronto... tu amigo: Jesús

miércoles, 25 de diciembre de 2013

El sueño de María

Tuve un sueño, José, y realmente no lo puedo comprender, pero creo que se trataba del nacimiento de nuestro hijo. La gente estaba haciendo preparativos con seis semanas de anticipación , decoraban las casas, compraban ropa nueva, salían de compras muchas veces y adquirían elaborados regalos. Era un tanto extraño, ya que los regalos no eran para nuestro hijo; los envolvían en vistosos papeles y los ataban con preciosos moños y todo lo colocaban debajo de un árbol. Sí, un árbol José.

Dentro de sus casas, esta gente había decorado el árbol y las ramas estaban llenas de adornos brillantes y había una figura en lo alto del árbol, me parecía que era un ángel, era realmente hermoso. Luego vi una mesa espléndidamente servida, con platillos deliciosos, y muchos vinos, todo se veía exquisito y todos estábamos invitados.

Toda la gente se veía feliz, sonriente y emocionada por los regalos que se intercambiaban unos a otros, pero, sabes José, no quedaba ningún regalo para nuestro hijo, me daba la impresión de que nadie lo conocía porque nunca mencionaron su nombre.

¿No te parece extraño que la gente trabaje y gaste tanto en preparativos para celebrar el cumpleaños de alguien a quien ni siquiera mencionan y que da la impresión de que no lo conocen?

Tuve la extraña sensación de que si nuestro hijo hubiera entrado a esos hogares para la celebración hubiera sido solamente un intruso.

Todo se veía tan hermoso y la gente se veía tan feliz... Pero yo sentía enormes deseos de llorar, porque nuestro hijo era ignorado por casi toda esa gente que lo celebraba.

¡Qué tristeza para Jesús, no ser deseado en su propia fiesta de cumpleaños!

Estoy contenta porque sólo fue un sueño, pero ¡qué terrible sería si esto se convirtiera en realidad!

martes, 24 de diciembre de 2013

Un regalo a la altura

Después de tanto tiempo sin escribir, vuelvo con una pequeña historia de Paulo Coelho que nos viene muy bien en estos tiempos de regalos y consumismo. Dice así:

"Antes de partir hacia un largo viaje, el comerciante fue a despedirse de su mujer.

- Nunca me has dado un regalo que esté a mi altura - dijo ella.

- Mujer ingrata, todo lo que te he dado me costó años de trabajo - respondió el hombre -. ¿Qué más te podría dar?

- Algo que sea tan bello como yo.

Durante dos años, la mujer esperó su regalo.

Finalmente el comerciante regresó.

- Conseguí encontrar algo tan bello como tú - dijo él -. Lloré ante tu ingratitud, pero decidí cumplir tu deseo. He pasado todo este tiempo pensando qué regalo sería tan bello como tú, y acabé encontrándolo.

Y le tendió a su mujer un pequeño espejo."