sábado, 31 de marzo de 2018

Juan Salvador Gaviota

Lo que antes había esperado conseguir para toda la Bandada, lo obtuvo ahora para sí mismo; aprendió a volar y no se arrepintió del precio que había pagado. Juan Gaviota descubrió que el aburrimiento y el miedo y la ira, son las razones por las que la vida de una gaviota es tan corta, y al desaparecer aquéllas de su pensamiento, tuvo por cierto una vida larga y buena.

Juan Salvador Gaviota, Richard Bach

miércoles, 28 de marzo de 2018

Manifiesto sobre la (in)comodidad

Hoy y para el resto de mi vida, apuesto por una vida plena y con sentido, hermosa y llena de pasión.

Desde ahora me comprometo a tomar el milagro de la vida como venga: con frío o calor, sol o lluvia, tormentas de nieve o tornados.

Quiero tener la vida del viajero que explora, aprende y se empapa de alegría.

Si hace calor, le daré la bienvenida al clima y celebraré la llegada del verano. Sudaré alegre en pos de aventuras que remojaré en poemas intensos. Como si estuviese en Indonesia cual intrépido Indiana Jones.

Si estoy en un lugar feo y pobre, imaginaré que soy un activista que trabaja para mejorar el barrio: un apasionado voluntario que aporta amor y belleza a todas las personas que allí habitan. Y ese lugar será amado por mí. ¡Habrá mucha gente fantástica con la que conectar y las molestias estéticas serán minucias sin importancia!

Si el bullicio es grande, me daré cuenta de que puedo ser feliz también allí. ¡Los seres humanos no necesitan silencio para ser felices! Existe un interruptor mental que apaga los ruidos si no los tenemos en cuenta. ¡Puedo trabajar, conocer gente, amar a los demás... realizar infinidad de actividades valiosas! Entenderé que el ruido también es vida.

Esperas largas y pies cansados: agobio o felicidad, todo depende de mí. Puedo estar lleno de energía y amor y hacer cosas constructivas en todo momento.

Hoy y para el resto de mi vida, me apunto al club de las personas activas, alegres y apasionadas que apuestan por una vida emocionante y plena. ¡No quiero mucha comodidad: no la necesito! ¡Me espera mi mejor versión en el mejor de los universos posibles!

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

lunes, 26 de marzo de 2018

Ser lo que no eres

En una fiesta, Elisabeth, una joven perteneciente a la alta burguesía, conoció a un apuesto joven. Abraham, que así se llamaba, capturó su atención, no tanto por su belleza, como por su nobleza, su forma respetuosa de tratar a los demás, su cercanía, y también por la calidad humana que desprendía su mirada.

A pesar de su aparente seguridad y educación, el muchacho era un humilde invitado de una persona de gran relevancia.

Abraham sintió la atracción de la muchacha en la calidez de su mirada; sin embargo, no creía que fuera suficiente para ella, ni se sentía merecedor de poder aspirar al amor de esa mujer tan especial. ¿Quién era él para lograr ese honor?, se preguntaba.

Desde ese momento, Abraham vivió obsesionado con convertirse en una persona importante y reconocida. Pasó varios años trabajando duro, hasta que logró triunfar y acumular una fortuna, con la cual compró una mansión y muchos y valiosos objetos. Además de los grandes logros materiales, la gente lo admiraba, ya que lo veían como a una persona de éxito. Hasta entonces no creía que fuese suficiente, ni que pudiese hacer feliz a nadie; tampoco se consideraba digno del amor, pero ahora, por fin se sentía importante, pues había obtenido muchos logros para mostrar al mundo y, ante todo, a su amada Elisabeth.

Finalmente llegó su soñado y esperado día, el momento por el que tanto había trabajado, el momento en que su sueño se convertiría en realidad, el día en que de nuevo se encontraría con su amor soñado.

A pesar de los años transcurridos, cuando estuvieron frente a frente, las expectativas y la atracción habían mantenido viva la llama del amor. Sus ojos brillaron al coincidir sus miradas.

Abraham comenzó a explicarle a Elisabeth todo lo que había hecho durante esos años; le contó emocionado y orgulloso sus grandes logros. Con gran detalle magnificó sus posesiones y pertenecías, mientras su pecho se hinchaba pregonando sus hazañas. Pero acostumbrada por su posición a esa clase de grandeza, la luz de los ojos de la muchacha comenzó a apagarse.

La atracción que sentía por ella, el brillo inicial en sus ojos causado por las vibraciones y la energía de las cualidades internas de aquel atento muchacho de cariñosa mirada, el magnetismo que sentía por el humilde pero noble joven que logró conectar con los sentimientos y la admiración más profunda de la muchacha, habían desaparecido...

Ella había quedado prendada de los valores que en su momento percibió en él. Pero la humildad y la nobleza de Abraham se convirtieron en prepotencia, la cercanía en distancia, y aquella mirada de amor se transformó en una de ambición. Todo lo que ella amaba de él había desaparecido, y todo porque él pensó que tenía que demostrar al mundo su valía, y lo logró ante sí mismo, pero en el camino perdió lo más valioso: se perdió a sí mismo.

La grandeza no está reñida con la riqueza, aunque si perdemos de vista los valores, perdemos lo más importante y también el sentido de nuestra vida.

Un lugar llamado destino, Javier Iriondo

domingo, 11 de marzo de 2018

El momento presente

Un monje budista regresó a su antiguo monasterio después de meditar durante diez años en la soledad de las montañas. En cuanto llegó, corrió a visitar a su viejo maestro. Llamó a la puerta.

- Maestro, soy Tenzo. Estoy de vuelta. ¿Me podéis recibir?

- Claro, hijo mío. Entra -  respondió el anciano.

El monje se descalzó y entró en la celda de su amado mentor. En cuanto se sentó en el suelo, dijo:

- Señor, he estado diez años meditando y he alcanzado la iluminación. Ya puedo responder a cualquier pregunta espiritual.

- Vamos a ver - dijo el anciano cariñosamente -. Dime: ¿de qué lado de la puerta has dejado tus sandalias?

Tenzo intentó recordar dónde había dejado el calzado pero no lo consiguió. En ese momento, el sonriente maestro dijo:

- ¿No puedes recordar dónde pusiste tus propias sandalias hace sólo un minuto? Querido Tenzo, aún no vives el momento presente. Vuelve dentro de otros diez años. 

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

viernes, 2 de marzo de 2018

Manifiesto por la felicidad

Me comprometo hoy
y el resto de mis días
a vivir con pasión,
a apreciar lo que me rodea,
a valorar las cosas pequeñas.

Alejaré las quejas de mi mente
ya que no sirven para nada.
Me olvidaré de mis carencias
y me concentraré en lo que poseo
y en mis oportunidades futuras.

Redoblo mi compromiso hoy
de amar a mi entorno,
de trabajar con atención,
de poner todo de mi parte,
de agradecerle a la naturaleza sus regalos.

Viviré con poesía.
Dejaré las necesidades absurdas de lado.
Encontraré la belleza en cada cosa.
Me trataré con cariño a mí
y a los demás.

Todos los días
amor y pasión,
reconocimiento y hermosura,
inundarán mi mente
y todas mis acciones.

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

jueves, 1 de marzo de 2018

La esperanza

Cuando la oscuridad te rodea en pleno día.

Cuando la luz de la esperanza se desvanece en la distancia.

Cuando la soledad se convierte en tu indeseado compañero.

Cuando buscas comprensión y sólo aparece la indiferencia.

Cuando lo has dado todo y nada funciona.

Cuando gritas en tu interior y sólo el silencio te escucha.

Cuando el pasado pesa demasiado y el futuro juega al escondite.

Cuando pierdes lo que más importa, además de la confianza.

Cuando algo tiene que morir, para que algo nuevo vuelva a nacer.

Cuando lo has perdido todo, ya sólo puedes ganar.

Cuando las cosas vayan mal, no te vayas con ellas.

Quédate conmigo, soy la esperanza.

Un lugar llamado destino, Javier Iriondo