martes, 13 de agosto de 2019

Afortunada yo

Hoy quería dedicar esta entrada a esas personas especiales que todos tenemos en nuestra vida, o deberíamos tener. Personas que, al conocerlas, ya sabes que van a ser muy importantes para ti. Esa clase de personas que saben cuando estas mal solo con una mirada o un simple mensaje. Personas que acuden a ti sin pedirlo, solo porque les dices que no andas muy bien de ánimos. Personas con las que puedes compartir todo lo que piensas y sientes con plena confianza. Personas que cuidan de ti, que te quieren como si fueses de su familia. Personas que llegan a tu vida y se quedan en lo más profundo del corazón. Personas que son difíciles de encontrar, fácil de querer e imposibles de olvidar.

Debemos cuidar a esas personas, porque, realmente, son un tesoro difícil de encontrar.

Para esos AMIGOS con mayúsculas, ésta canción de Manuel Carrasco.


Tiene un cañón de alegría disparando en los ojos
Y todo aquel que la mira se llena de amor
Es el ángel de la guarda para los demonios
Le juro que no le exagero, todo es corazón
Tiene la vida más vida si la tienes cerca
Es el paraguas, no te baila el agua sin más
Tiene la risa que alivia todos los problemas
Es esa palabra que escucha cada suspirar
Es una vela encendida porque si hay un día en la oscuridad
Vierte un ratito en la herida, por eso es mi amiga para bien y mal
Qué bonito es saber qué siempre estás ahí
Quiero que sepas que voy a cuidar de ti
Qué bonito es querer y poder confiar
Afortunado yo por tener tu amistad
Es la orillita del agua vencida que rompe
Cuando se pone valiente no sabe frenar
No tiene miedo a la gente, lucha en el desorden
Que la justicia gana ya por la libertad
Es una vela encendida porque si hay un día en la oscuridad
Vierte un ratito en la herida, por eso es mi amiga para bien y mal
Qué bonito es saber qué siempre estás ahí
Quiero que sepas que voy a cuidar de ti
Qué bonito es querer y poder confiar
Afortunado yo por tener tu amistad
Ella no supo qué hacer cuando la derrotaron
Ella aprendió de las lágrimas, harta de llorar
Por ello tiene ese brillo y el grito de un faro
Es el paso pal caminito perdido encontrar
Qué bonito es saber qué siempre estás ahí
Quiero que sepas que voy a cuidar de ti
Qué bonito es querer y poder confiar
Afortunado yo por tener tu amistad

lunes, 12 de agosto de 2019

El bambú japonés

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡crece, maldita seas!". Algo muy curioso sucede con el bambú japonés, que lo transforma en no apto para impacientes: siembras las semillas, la abonas y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un agricultor inexperto estaría convencido de haber comprado semillas estériles. Sin embargo, en el séptimo año, en un periodo de sólo seis semanas, la planta de bambú crece más de 30 metros. ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No. La verdad es que le tomó siete años y seis semanas desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitían sostener el crecimiento que iba a tener después.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente, justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo logran el éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. Es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En esos momentos (que todos tenemos), debemos recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y entender que no debemos bajar los brazos, ni abandonar la lucha por no "ver" el resultado que esperamos, pues sí está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando.

Quienes no se rinden, van gradual y progresivamente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice. El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.

sábado, 2 de marzo de 2019

No sufras por pequeñeces

Leyendo el libro No te ahogues en un vaso de agua, me ha llamado la atención un fragmento de la introducción, que paso a compartir:

Hace alrededor de un año, un editor extranjero contactó conmigo para pedirme que intentara conseguir una nota de presentación  del doctor Wayne Dyer, autor de bestsellers, para una edición extranjera de mi libro You Can Feel Good Again. Le respondí que aunque el doctor Dyer me había  proporcionado una nota de esa naturaleza para un libro anterior, no tenía ni idea de si aceptaría o no volver a hacerlo. De todos modos, les dije, lo intentaría.

Como suele ser el caso en el mundo editorial, envié mi solicitud pero no obtuve respuesta. Al pasar un cierto tiempo, llegué a la conclusión de que el doctor Dyer estaba muy ocupado o no deseaba escribir la nota solicitada. Respeté esta decisión y le hice saber al editor que no podríamos utilizar el nombre del doctor para promocionar el libro. Para mí, el caso estaba cerrado.

No obstante, unos seis meses más tarde recibí un ejemplar de la edición extranjera y, para mi sorpresa, ¡justo en la cubierta estaba la antigua nota de presentación que el doctor Dyer había escrito para el libro anterior! A pesar de mis instrucciones precisas en sentido contrario, el editor extranjero había usado el texto anterior y lo había trasladado al nuevo libro. Me sentí extremadamente alterado, y preocupado por la trascendencia de aquello, así como por las posibles consecuencias. Llamé a mi agente literario, quien de inmediato contactó con el editor y exigió que el libro fuese retirado de las librerías.

En el entretanto, decidí escribirle al doctor Dyer para pedirle disculpas, explicarle la situación y las medidas que se habían tomado para rectificar el problema. Después de pasar unas pocas semanas preguntándome cómo podría reaccionar, recibí por correo la siguiente respuesta: "Richard, hay dos reglas para vivir en armonía. 1) No sufras por pequeñeces, y 2) Todo son pequeñeces. Deja la nota donde está. Saludos, Wayne".

¡Y eso fue todo! Nada de sermones, nada de amenazas. Nada de sentimientos enojosos y nada de enfrentamientos. A pesar de la falta de ética del uso que se había hecho de su famoso nombre, él respondió con elegancia y humildad; nada de alharacas. Su respuesta demostró la importancia del concepto de "ir a favor de la corriente" y aprender a reaccionar con tranquilidad ante la vida.

[...]

Cuando "no sufras por pequeñeces", tu vida no será perfecta, pero aprenderás a aceptar con mucho menos resistencia lo que la vida tiene para ofrecerte. Como nos enseña la filosofía zen, cuando aprendas a "dejar pasar" los problemas en lugar de resistirte con todas tus fuerzas, tu vida comenzará a fluir. Conseguirás, como sugiere la plegaria de la serenidad, "cambiar las cosas que puedes cambiar, aceptar las que no puedes, y tener sabiduría para ver la diferencia".

No te ahogues en un vaso de agua,  Richard Carlson