lunes, 11 de mayo de 2020

Déjate caer, confía

Un joven caminaba de un pueblo a otro atravesando una cadena de montañas. En un momento dado, una espesa niebla empezó a cubrirlo todo. El chico apretó el paso para llegar antes, pero dio un traspié en un recodo y cayó al vacío.

En su caída, movió los brazos desesperado y logró asirse a una rama. ¡Qué fortuna, había salvado la vida! Pero, ¿cómo ascender? La pared era vertical. Además, no se veía nada a causa de la niebla.

Allí colgado de una rama, en medio de la nada, se vio perdido y gritó:

- ¡Dios, ayúdame!

Y de pronto una voz acudió a su mente, clara y atronadora:

- Déjate caer. Confía.

El muchacho sacudió la cabeza. Debía de estar teniendo una alucinación absurda. Hacía muchísimo frío y ya era de noche.

Gritó otra vez:

- Si existes, Señor, ayúdame. ¡Me muero de frío!

Y, de nuevo, la voz en su interior:

- Déjate caer. Confía.

Al cabo de ocho horas, el día amaneció y unos aldeanos pasaron por el mismo sendero. En el punto donde había caído el muchacho encontraron su bastón. Se asomaron al borde del camino y lo que vieron les dejó atónitos: allí estaba el muchacho, muerto por congelación, cogido a una rama. Pero debajo de él no había ningún vacío sino otro camino, a tan sólo un metro de sus tiesos pies helados.

Debido a la niebla no se había dado cuenta de que no había precipicio alguno, sino otro sendero que atravesaba las montañas.

Ser feliz en Alaska, Rafael Santandreu

Este cuento me hace caer en la cuenta de la cantidad de veces que le pedimos a Dios algo con todas nuestras fuerzas, pero cuando nos da la solución, no escuchamos, no confiamos, no terminamos de fiarnos. El miedo nos paraliza y no somos capaces de dejarnos caer y confiar en que nos van a sostener. No siempre confiamos en Dios y no siempre confiamos en nosotros mismos, imaginando un precipicio que, en realidad, no existe.
¿Qué te ha sugerido a ti esta pequeña historia?

No hay comentarios:

Publicar un comentario