sábado, 18 de abril de 2020

Cinta de correr

¿Conoces las cintas de correr, verdad?

Sí, esos aparatos que hay en los gimnasios con una banda que se mueve y hace que camines en el mismo sitio por horas. 

¿Sabías que inicialmente fue un instrumento de “rehabilitación” en las cárceles inglesas?

Allá por el año 1818, un hombre llamado William Cubitt las diseñó para hacer a los prisioneros más productivos: molían maíz mientras extraían agua. Consistía en una larga rueda de molino que un grupo de prisioneros empujaba, haciéndola girar. 

Sin embargo, se volvió un instrumento de tortura rápidamente para los criminales menos peligrosos (imagina lo que le sucedía a los que sí lo eran… de miedo).

La rotación misma de la rueda los obligaba a seguir moviéndose: quien dejaba de caminar, caía debajo de la rueda. 

En 1842 eran tan famosas, que casi todas las prisiones las tenían.

Uno de los prisioneros que tuvo la mala suerte de pasar por estas cintas de correr fue Oscar Wilde.

Pero para 1898 las prohibieron debido a que causaban demasiadas muertes entre los prisioneros y los británicos comenzaron a usar formas más humanas (se supone…) como la educación.

¿Y cómo llegó a los gimnasios?

Pues, en 1913, en Estados Unidos un inventor llamado CL Hagen solicitó la patente para un nuevo tipo de “máquina de entrenamiento”.

Y con los años fue evolucionando hasta la máquina que se usa actualmente.

¿Y esto qué tiene que ver contigo?

No sé. Quizá solo te parezca un dato curioso.

Quizá sientes que estás en el mismo lugar caminando sin llegar a ningún lado.

¿Qué hacer?

Empieza con pequeños cambios en tu vida, observa si te traen resultados positivos o negativos.

Afina en el proceso.

Los japoneses lo hicieron para las empresas que tenían, y después se empezó a usar en el desarrollo personal… y ha tenido gran éxito porque funciona.

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