domingo, 11 de junio de 2017

La historia de Pedro

Un grupo de chavales de entre ocho y diez años estaba jugando un partido de fútbol. Algunos de los padres seguían atentamente el partido, hasta que un niño se acercó corriendo para jugar con los demás, pero algunos lo increparon para que abandonase el campo y les dejara seguir jugando su partido. Su madre comenzó a gritarle: "¡Pedro, ven aquí, déjales jugar!"
 
Pedro, apesadumbrado, salió del campo y se sentó en una esquina ante la vigilante mirada de su madre. Siguió el partido atentamente, viendo cómo los demás niños se divertían jugando. Iban empatados a dos, y el partido estaba a punto de finalizar.
 
No obstante, sus ansias pudieron con él, y Pedro irrumpió de nuevo en medio del campo. Su madre lo volvió a llamar para que abandonase el terreno de juego, pero, a pesar de su insistencia, Pedro no le hizo caso. Los otros niños empezaron a gritarle y a insultarle para que saliese del campo, hasta que se dieron cuenta de que Pedro era un niño con síndrome de Down.
 
En ese instante se hizo el silencio, hasta que Andrés dijo: "¡Dejadle jugar, va con nuestro equipo!". Todos aceptaron sin más. Andrés era el mejor jugador y tenía una gran influencia en el resto de sus compañeros. La madre de Pedro le preguntó si estaba seguro de lo que estaba haciendo, y Andrés le respondió con un rotundo sí.
 
Pedro comenzó a correr con sus dificultades de un lado a otro, persiguiendo el balón sin mucho éxito, si bien su cara de felicidad era absoluta. Su madre estaba nerviosa y encantada de ver que su hijo estaba disfrutando en aquellos momentos como cualquier otro niño. El partido llegó a sus últimos minutos y seguían empatados a dos tantos. De repente, el árbitro pitó un penalti a favor del equipo de Pedro. Andrés colocó el balón y se dispuso a lanzar el penalti. Sin embargo, en ese momento se acercó hasta el portero y le susurró algo al oído. Andrés volvió hacia donde estaba el balón, pero en vez de chutar se dirigió a Pedro y le preguntó: "¿Quieres tirarlo tú?"
 
Pedro comenzó a gritar y a saltar de alegría. Su madre no daba crédito a lo que estaba presenciando. Totalmente emocionada se llevó las manos a la cara, tapándose las lágrimas. Pedro se acercó al balón, chutó con toda la ilusión del mundo y tan fuerte quiso golpearlo que a punto estuvo de no darle. Cuando el portero vio hacia qué lado se dirigía la pelota, éste se tiró hacia el lado contrario y el balón entró en la portería, marcando el gol que significaba el 3 a 2. Sus compañeros comenzaron a vitorear el nombre de Pedro, celebrando el gol. Todos lo abrazaron; se convirtió en el héroe del partido. Sus compañeros y los niños del equipo contrario que se unieron al grupo, lo llevaron a hombros hasta donde se encontraba su madre. Con los brazos en alto, mirando al cielo, Pedro no dejaba de gritar emocionado: "¡He metido un gol!, ¡he metido un gol!, mamá, ¡he metido un gol y hemos ganado!". Probablemente para esa madre fue el momento mágico más conmovedor que vivió su hijo.
 
Los padres de los demás niños y todas las personas que presenciaron aquel maravillo suceso estaban en pie, aplaudiendo emocionados y orgullosos por ese gesto de bondad, de comprensión, de amor y de generosidad.
 
La madre de Pedro se acercó hasta Andrés, artífice del extraordinario gesto. La mujer no podía articular palabra. Entre lágrimas de felicidad, tan sólo pudo decir un entrecortado y emotivo: "Gracias".
 
Donde tus sueños te lleven, Javier Iriondo

No hay comentarios:

Publicar un comentario