lunes, 1 de mayo de 2017

El paraíso

Era un pueblecito pobre y pequeño en Polonia. Y era feo. Y lo que lo hacía pobre y feo eran sus habitantes, no porque fueran gentes sin dinero y sin letras, sino porque eran personas con envidia y con rencor. No eran infelices por lo que les faltaba, sino por lo que tenían en exceso. El resentimiento y el odio podían palparse en el aire.
 
A las afueras del pueblo vivía una persona a quien todos respetaban por su cultura, su riqueza y su piedad.
 
Un día una decena de los hombres más representativos del pueblo se quedaron boquiabiertos al recibir una invitación inesperada: "El señor Reb Isaac agradecería la presencia del señor (nombre de cada uno) en su mansión a las seis de la tarde del próximo martes, donde habrá una cena digna del paraíso".
 
La expectación crecía según se iba acercando el martes, y no sólo entre los invitados sino entre todos los demás habitantes, que no podían disimular su envidia.
 
¡Ser invitado a la casa del señor Isaac! ¡Y para una cena digna del paraíso!
 
Cuando el reloj de la torre daba las seis, todos estaban ya a la puerta de la mansión con sus mejores atuendos. Sus ojos se detenían codiciosamente en cuanto veían: cuadros, muebles, el servicio, los detalles, y por fin reposaron en la mesa ya preparada. La porcelana, la vajilla de plata, los vasos y copas de cristal labrado.
 
Reb Isaac entró y les invitó a sentarse. Uno de los criados puso delante de él un pan sobre el que echó la bendición judía. Al señor Reb le sirvieron un tazón humeante lleno de sopa... pero no trajeron nada a los invitados.
 
El señor Reb comenzó a tomar la sopa saboreándola con evidente fruición.
 
- No recuerdo haber tomado nunca una sopa tan sabrosa.
 
Los invitados estaban perplejos. ¿Por qué nadie les servía a ellos? Su perplejidad se convirtió en enojo cuando un plato de jugoso cocido fue servido solamente al amo de la casa, que no podía ocultar su placer y continuaba ponderando el sabor de la comida. La irritación se hizo palpable. Finalmente, uno de los huéspedes no pudo contenerse más y le espetó.
 
- Perdóneme usted, señor Reb, pero no puedo comprender lo que pasa aquí. ¿Nos ha invitado para reírse de nosotros? Recibimos una invitación a una cena digna del paraíso, pero aquí usted es el único que la disfruta.
 
Reb Isaac hizo su plato a un lado y, sonriendo, comenzó a explicarles:
 
- ¿Creéis que el paraíso es algún famoso restaurante donde uno va a comer y beber humillando a sus vecinos? No, el paraíso es un lugar donde cada uno se complace en la felicidad de los demás. Paraíso es el lugar donde todos comprenden que lo que realmente tiene valor en la vida es tan abundante que hay suficiente para todos, y no hay ninguna necesidad de pelearse para arrebatarlo a los demás.
 
Cuando a la gente buena le pasan cosas malas, Harold S. Kushner

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